
Ernesto Parga Limón
Las redes sociales y entre ellas muy especialmente Facebook, nos han dado a millones, un espacio que no conoce fronteras, para expresar con más o menos madurez, nuestras opiniones, gustos y disgustos, sueños y quimeras.
Claramente esta posibilidad de una voz que pueda tener eco es magnífica, el cómo se use, como todo en la vida, es asunto de cada uno.
El Facebook puede servir, para hacer amigos, recuperar amistades, parientes a los que el tiempo y la distancia alejaron inmisericordemente.
Saudade es una palabra portuguesa que siempre me ha gustado, es profunda, reflexiva y de una suavidad casi silente. Significa la añoranza por la tierra propia de la que la vida nos aleja. Mi padre gustaba, que yo le recitara un tango viejo que dice así:
(Antes, por favor, cierre los ojos y abra el corazón para escuchar los imaginarios acordes quejumbrosos y bellísimos de un bandoneón.)
Mi barrio fue una planta de jazmín,
La sombra de mi vieja en el jardín,
La dulce fiesta de las cosas más sencillas
Y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
Las cosas que ya nunca volverán,
Si desde el día en que me fui
Con la emoción y con la cruz,
¡Yo sé que tengo el corazón mirando al sur!
Sé de muchos paisanos, que viviendo por necesidad allende sus terruños encuentran en este medio la posibilidad de paliar los rigores de la nostalgia por su gente, por aquello que vivieron en cualquier punto cardinal y que hoy habita en los esquivos rincones de la memoria. ¡Qué maravilla!
El Facebook es útil también para encontrar almas afines en grupos de filosofía, de canciones de los 60, de cómo tejer en punto de cruz, o de sugerencias para ser más veloces armando el cubo Rubik, en fin, grupos con quien compartir aficiones por extrañas que parezcan, por ejemplo, si usted ya no sabe de quémanera maldecir, porque ha agotado su arsenal de insultos, a sus aparatos electrodomésticos que no funcionan bien, Facebook tiene un grupo que le dará consejos para seguir ofendiendo, como “Dios manda”, a sus rejegos aparatos.
Hasta ahí todo se sitúa más o menos en los terrenos de la normalidad. Sin embargo, si esta red lo vuelve a usted cada día más odioso, más peleonero, más insoportable y criticón, nada bueno hay ahí. Pienso que todos, ocasionalmente, caemos en la tentación de sumarnos a las descalificaciones, no le veo problema, pero si ese es ya su modo habitual de coexistir con el medio, la cosa va mal, pues esto termina por agriar su carácter cada vez más y de allí a la vida de verdad…en donde ni quien lo soporte.
Sin embargo, hay otro efecto aún más negativo derivado del mal uso de Facebook, al que podemos llamar: el síndrome de la invención del yo.
Todos tenemos un yo real, el que somos sin más, otro yo que es el que los demás perciben de nosotros, y ahora en virtud de las omnipresentes redes sociales el yo que todos exhibimos, un tanto faltos de pudor, en el universo de la virtualidad. Si los tres yo, permítaseme articular mi propia tesis psicológica, son el mismo o al menos distan muy poco entre ellos, eso es correcto en términos de salud mental. Es decir, si usted se reconoce atento, los demás lo perciben como una persona atenta y usted presume ser atento en redes. Todo bien, en mi opinión.
El problema se presenta cuando el yo mediático, el quevendemos en redes, es no solo diferente al yo real, sino incluso contrario en su actuar. El yo real insatisfecho con su propia vida, busca crear artificiosamente el yo que piensa que debería ser. En definitiva, es más fácil, que no mejor, crear un yo en redes, casiun avatar, el yo del mundo artificial y paralelo que puedo diseñar a mi entera satisfacción, sin esfuerzo alguno y a la medida de mis metas inalcanzadas en la realidad.
Es muy fácil presumir en redes el supuesto matrimonio perfecto, el mentiroso ejercicio de la paternidad incomparable y el cúmulo de virtudes imaginarias, que trabajar en la propia mejora para ser efectivamente, un buen cónyuge, un padre que honre la paternidad o la persona virtuosa que el mundo y su propia felicidad reclaman.
“Aquí cenando con mi amorsh”, puede ser la constancia grafica del amor entre los esposos, un poco cursi, pero no importa si es real, o la falsa manipulación de una dolorosa realidad en donde el amor está ausente. Todas las energías de aquel que no está contento con su vida pueden, en el colmo del mal uso de redes,dirigirse a “perfeccionar” el avatar de su yo mediático, es decir,cada vez más feliz, más pleno, más exitoso; al menos en la nube.
Ese terco e improductivo empeño dirigido al avatar y no al yo real, hace que la distancia entre ambos sea cada vez mayor e irreconciliable en sus diferencias. Surge entonces la insatisfacción pues el yo falso, ni hace feliz, ni sacia la sed de ser de verdad. Es la mentira que produce cruda, que duele y que hay que ocultar con otra foto más. Es la angustia que el “like”esconde por solo unos segundos. El yo falso siempre ocupadoque mata de inacción al yo real arrumbado en el rincón de la soledad de la vida que no se construyó.
Que nuestras energías se dirijan a mejorar el yo real, el otro ni lo merece, ni lo necesita, simplemente porque no existe por másque lo queramos hacer pasar como real, es un mero subterfugio para no enfrentar el esforzado pero apasionante reto de crecer para los nuestros y para nosotros mismo, que vaya que lo requerimos.
Es bueno entonces preguntarse: ¿Para qué quiero el Facebook?